Si hay una ciudad que ha sabido combinar la modernidad con las tradiciones sin perder un ápice de autenticidad, esa es Valencia. Con miles de atractivos en los que deleitarse, gozar del mestizaje de la vanguardia de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, cuya arquitectura es todo un emblema, y del tradicional barrio pesquero del Cabanyal antes de partir en nuestro barco de alquiler rumbo Ibiza, dejará al navegante enamorado y le costará dejar atrás esta maravillosa ciudad, que además cuenta con un valor intangible y muy famoso: su luz. No hay luminosidad como la valenciana que hace que saborear una deliciosa paella –o cualquier plato de arroz- y caminar por su centro histórico sea una experiencia inolvidable.

Para intentar no sentir nostalgia de Valencia, la primera parada en Ibiza hay que hacerla en la Cala Binirrás. Famosa por sus atardeceres, esta pequeña bahía de arena gruesa y fondos rocosos, está ubicada en el norte y es perfecta para amarrar nuestro velero y saborear una romántica puesta de sol con el sonido de los tambores  de fondo que caracterizan a la fiesta que suele celebrarse los domingos de la mano del ambiente hippie que se ha instalado en la zona. Todo un ritual en la isla que hay que experimentar una vez en la vida.

Y del misticismo a la fiesta más extrema de un salto. San Antonio se ha convertido en la ciudad de la fiesta por antonomasia. Miles de turistas extranjeros viajan hasta esta localidad ibicenca para vivir el ambiente nocturno que anima sus calles y que deja escenas de lo más variopintas. Sin duda la fiesta se ha convertido en uno de los atractivos de Ibiza y por supuesto, no te lo tienen que contar. 
 

Pero no todo es juerga en San Antonio. En sus alrededores hay calas que son una preciosidad y cuyas aguas turquesas invitan irremediablemente a darse un chapuzón. Cala Salada y Cala Saladeta son algunas de ellas, pero no dejes de investigar y visitar la costa de San Antonio para encontrar tu favorita.

La siguiente parada es quizás una de las más mágicas que existen. Desde Ibiza damos el salto a Espalmador, una diminuta isla virgen que enamora a todo aquel que la visita. Es de titularidad privada pero puede accederse a ella sin problemas. No tiene ninguna construcción y eso la hace más maravillosa. Aguas turquesas que son el mismísimo paraíso y una paz que es capaz de trasladarte a otro mundo, Espalmador forma parte de las Pitiusas y resulta inevitable fondear el velero, yate o catamarán de alquiler para zambullirse en sus aguas y gozar de sus fondo marino y la arena blanca de sus playas.

Nadar y tomar el sol en una isla completamente virgen es un verdadero sueño y para preservarlo hay que tener en cuenta que existen unas leyes medioambientales muy estrictas que protegen a Espalmador. Es un lugar privilegiado y por ello la fauna ha hecho de esta isla su hogar. Si decides adentrarte en ella ten en cuenta que los baños de barro en los lodos de sus salineras están totalmente prohibidos.  Un consejo: asegúrate de ir bien provisto de víveres para pasar la jornada porque como hemos comentado anteriormente, no hay ningún tipo de construcción en ella: ni tiendas ni chiringuitos.

Esta ruta Espalmador- Formentera nos lleva de un paraíso a otro. Formentera es una de las joyas del Mediterráneo que mejor se ha conservado. Junto con Ibiza conforman las llamadas islas Pitiusas y si visitas una de ellas, casi obligatoriamente has de ir a la otra, así que no lo dudes. Formentera cuenta con las mejores playas del mundo así que bañarse en ellas es todo un placer. Migjorn, Cala Saona, Ses Illetes… ¡imposible elegir! Pero no es el único encanto de la isla, cualquiera de sus pequeños pueblos y Sant Francesc, la capital, merecen una visita. ¿Serás capaz de no pensar en quedarte allí para siempre?

De vuelta a la otra Pitiusa para dar el salto a la península donde devolveremos el barco de alquiler, tenemos la oportunidad de visitar la ciudad de Ibiza. No dejes de visitar Dalt Vila, el casco antiguo de la capital que se encuentra sobre el monte Puig de Vila y que es Patrimonio de la Humanidad. Sus características tiendas, el paseo marítimo y las terracitas en las que saborear un delicioso cóctel con vistas al puerto hacen más difícil querer volver de esta maravillosa isla.